La esperanza florece en una desertora norcoreana


Image: Daily NK

Las florerías están una al lado de la otra
en el distrito Namdong, en la ciudad de Incheon, Corea del Sur. En este lugar
se ubica la tienda “Incheon Sarang Flower”, en la cual trabaja Ho Song Yeon
(pseudónimo, en la fotografía), desertora norcoreana. Song Yeon estableció su
tienda en abril del año 2013, y si bien no ha pasado mucho tiempo, con esfuerzo
y devoción “Incheon Sarang Flower” está creciendo.

 

Recorre el mercado al por mayor desde
temprano por la mañana, lugar al cual llegan flores frescas traídas por
transporte aéreo. Estas flores se limpian y con ellas se hacen arreglos
florales, los que posteriormente son despachados con rapidez y precisión a los
clientes. De esta manera, la jornada pasa rápidamente. “Poder trabajar en mi
propia tienda es como un sueño. Estuve en China durante seis años, tras los
cuales me vine a Corea del Sur. Si bien no hay trabajo que no haya realizado en
estos diez años, siempre tuve el sueño de tener mi propio lugar de trabajo, mi
propia tienda, un lugar como este”, afirmó.

Ho Song Yeon escapó de Corea del Norte en
1998, a la edad de 22 años. Tras la muerte de su padre, la situación familiar
comenzó a desmoronarse, por lo que resolvió irse de su país. Su padre le había
hablado de Corea del Sur en numerosas ocasiones, describiéndolo como un lugar
en el que las personas pueden comer hasta saciarse. Pensando en estas historias
que había escuchado desde la infancia, decidió ponerse en ruta hacia el sur.

 

Pasaron unos seis años desde que escapó del
Norte hasta que llegó a Corea del Sur. Fue una época llena de peligros, ya que
siempre estaba el riesgo de ser denunciada por alguien y deportada a su lugar
de origen. Afortunadamente, pudo salir de esta situación crítica con la ayuda
de un pastor surcoreano; sin embargo, de todos modos tuvo que vivir escondida
en una aldea rural china durante un largo tiempo. Durante este período, se ganó
el sustento realizando sin respiro labores agrícolas y trabajando en una fábrica
de tteok (un tipo de pastel hecho a base de arroz glutinoso). En el verano
realizaba faenas agrícolas bajo el sol ardiente desde las cinco de la mañana
hasta el atardecer, mientras que en invierno trabajaba sin descanso en la fábrica
desde las tres de la madrugada hasta las ocho de la noche. Pese a que trabajaba
más de 15 horas diarias, no podía conseguir más que un mísero salario. En medio
de esta vida agotadora, su sueño de emigrar a Corea del Sur comenzó poco a poco
a desvanecerse.

  

El tesoro de tener una familia

 

En aquella época infernal, una persona
apareció en la vida de Song Yeon. Un conocido le presentó este hombre, de
nacionalidad china, quien supo comprender mejor que nadie su situación de vida.
Se trataba de un hombre relativamente próspero, quien le permitió dejar de lado
aquella vida de sufrimientos que llevaba, para formar una familia (incluida una
hija en camino).

 

No obstante, la felicidad que le dio su
hija duró poco, ya que las preocupaciones surgieron otra vez. La vida es
riesgosa para un desertor norcoreano en China, y le dolía pensar la
discriminación y prejuicios que la niña tendría que sufrir en el país. Por
ello, y tras discutir con su marido, ambos resolvieron ir a Corea del Sur. Habían
pasado exactamente seis años desde que escapó de Corea del Norte.

 

Su hija nació en Hanawon, un centro en el
cual los desertores reciben educación para adaptarse a la vida en Corea del
Sur; sin embargo, no pudo recibir cuidados postnatales adecuadamente. Si bien
Song Yeon había previsto hasta un cierto punto las dificultades que podría
experimentar en su nueva vida en el sur, no pudo evitar que una gran crisis le
golpeara. Como no pudo registrar oficialmente su matrimonio con su esposo
chino, Song Yeon fue cateogorizada como “madre soltera”, por lo que no le fue posible
acceder a subsidios; por el contrario, y a diferencia de otros desertores, no
pudo recibir más que un poco de dinero para establecerse en el país. Más aún:
estaba registrada como parte del grupo familiar de su hermana menor, quien se
había establecido en Corea del Sur tras escapar del norte anteriormente, y por
ello, no podía recibir beneficios para acceder a una casa propia.

 

Pese a estas circunstancias tan
lamentables, no había tiempo para quejarse. Por el bienestar de su hija, ahorró
cada moneda y trabajó como si la jornada tuviese 48 horas. Durante el día,
trabajaba como repartidora de facturas, planificadora de seguros y vendedora de
productos cosméticos; por la tarde y noche, trabajaba a tiempo parcial en un
restaurante. Trabajó en todo momento, sin poder dormir más que unas tres o
cuatro horas cada noche, y pensando solamente en su hija.

 

Trabajaba tanto que no tenía tiempo para
cuidar su salud. Una noche, se despertó sofocada y con la sensación de que su
cuerpo estaba paralizándose poco a poco. El dolor se presentó a intervalos de
una hora, y repentinamente pensó que quizá iba a morir. Como pudo, se dirigió
al hospital del vecindario, en donde el médico la reprendió por descuidar su
cuerpo hasta ese punto. Tenía cirrosis hepática. “Me dan mareos de solo pensar
en ese momento. La salud es un bien de valor”, dijo amargamente. “Hace poco me
encontraron un tumor en el pecho, que por suerte no es maligno. Pero me
estremecí de solo escuchar esas palabras”, recuerda.

  

El poder del pensamiento positivo




Image: Daily NK

Al principio, cuando Song Yeon planeaba
establecer su florería, la gente a su alrededor le aconsejaba que desistiera,
que hacerlo era imprudente. En lugar de eso, decidió hacerse cargo de la tienda
de un conocido suyo. Aunque no tenía experiencia trabajando en el comercio de
flores, tenía confianza en que podría hacerlo bien. El problema, sin embargo,
era el dinero. Buscó por todos los medios un crédito, y a travé de este
consiguió los fondos necesarios para preparar su propio negocio.

 

Song Yeon pone énfasis en el hecho de que,
si un desertor o desertora de Corea del Norte quiere hacer negocios, debe dejar
de lado la timidez y, con una actitud confiada, conocer y discutir con el mayor
número de personas posible, ya que es a través de estas personas como se puede
obtener información pertinente a los negocios. En efecto, al haber realizado
tantas actividades para ganarse la vida, pudo conocer a mucha gente.

Por otra parte, si bien pudo cobrar
confianza en sí misma, las labores en la florería no fueron siempre fáciles.
Durante unos dos o tres meses tuvo que ponerse parches transdérmicos en todo el
cuerpo, para aliviar el dolor producido por el constante acarreo de macetas
pesadas. Como no tenía un vehículo, tuvo que recurrir al uso de servicios de
despacho rápido para la entrega de los pedidos, pero estos servicios no eran
económicos. Aproximadamente el 10% de las ventas se destinaba a pagarlos. Fue
entonces cuando a través del esposo de su hermana se enteró de una campaña
llamada “Gift Car Campaign”, iniciada por una empresa automotriz, y que tenía
como objetivo facilitar vehículos a quienes los necesitasen.

 

“Como supe de esta campaña solo dos días
antes de la fecha límite para la entrega de documentos, no hubo mucho tiempo
para prepararse. Llené el formulario de postulación, y hablé de mi situación
con honestidad durante la entrevista. Les hablé sobre las dificultades a las
que me enfrenté cuando me hice cargo de la florería, y sobre los altos costes
que tenía que pagar por el servicio de despacho rápido. Me dio la impresión de
que los entrevistadores miraron con buenos ojos mi historia”, relató Song Yeon.

 

Finalmente, recibió un vehículo, un coche
de forma cuadrada y con un amplio maletero, que le permite transportar varias
macetas de flores. En su nuevo medio de transporte, Song Yeon ahora recorre
toda la ciudad de Incheon repartiendo pedidos de flores.

 

“Como trabajé como repartidora de
correspondencia, conozco bien cada rincón de Incheon, así que puedo usar atajos
que otras personas no conocen, para ahorrar tiempo”, dijo.

 

Nunca pensó que las dificultades que
experimentó cuando trabajaba como repartidora de notificaciones serían una
ayuda posteriormente. Según cuenta, lo que la llevó al lugar en el que está fue
su determinación y pensamiento positivo. Ahora, y mirando en perspectiva, Song
Yeon ve cómo sus experiencias son ahora los nutrientes para su futuro
floreciente.